miércoles, 1 de junio de 2016

EL MURO

Aquel día de verano de 1945 cuando salimos de las catacumbas, aprendimos de nuevo a vivir sin el estruendo de las sirenas. Dejamos las trincheras para conseguir una hogaza de pan, un trozo de carne era un lujo para algunos privilegiados. Guardamos en un baúl, bajo mil llaves, los uniformes; queríamos edificar sobre las ruinas, nos hicieron construir un muro de sangre y olvido. Nuevos dioses se repartieron la única ciudad del mundo como un juego sobre un damero maldito. 44 años después, tras las banderas rotas y la tierra abrasada por un sol destronado, viejos fusiles disparan ramos de olivo sobre palomas de la paz.

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