Desde una viga del techo, colgaba de una cuerda, en frágil equilibrio de vaivén, un elefante tailandés. Mientras se balanceaba, boca abajo, de un lado a otro del circo, soplaba una gaita por la que salía, barritando, en un estruendo horrísono, una sinfonía infernal.
A la par, tres gatos siameses se mecían al son y maullaban, al claro de luna, una serenata veneciana:
-Ma uena ué, uena ué, uena ué.
Los Hermanos Tonetti, chascaron sus látigos, retorcieron el mostacho, y como veían que no se caía, fueron a llamar a otro elefante.
A la par, tres gatos siameses se mecían al son y maullaban, al claro de luna, una serenata veneciana:
-Ma uena ué, uena ué, uena ué.
Los Hermanos Tonetti, chascaron sus látigos, retorcieron el mostacho, y como veían que no se caía, fueron a llamar a otro elefante.
¡Qué bueno, Pepe! ¡Muy ocurrente y divertido! ¡Me encantó!
ResponderEliminarUn saludo.