miércoles, 19 de octubre de 2016

TROYA

Cuando se prendieron las cortinas de la cocina del palacio del rey, tuvimos que elegir: perecer en una guerra perdida, o enfrentarnos a un nuevo destino lejos del hogar. Nos adentramos por la cueva del sótano, con teas ardientes iluminamos el túnel oculto, apartamos unas zarzas y nacimos por segunda vez una noche oscura, que nos regaló su traje de luto. Los estertores de dolor fueron nuestro alimento hasta que llegamos al otro lado del Escamandro, desde donde contemplamos el resplandor ceniciento de la ciudad. Los viejos dioses nos regalaron un relincho cruel: el fin de la edad antigua en un caballo de madera. 

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