–La Inquisición no tardará en llegar, doña Elisa. Son las
cinco menos cuarto y siempre es muy puntual.
–¡Vive Dios, hermana Gertrudis!, ¡Cómo me gusta cuando
aparecen los corchetes, en la Plaza de la Picota, de dos en dos y de cuatro en
cuatro, montados en los soberbios alazanes!
En un santiamén, los sambenitados se arrodillan ante la
comitiva.
–Pasan de largo, Juan.
–Van a casa de Las Totovías, Antonio -se santigua-. Ya no hay
quien nos ampare.
–Que no, Juan -besa su estampa-. Es la venganza del Señor
Comendador, que padeció una sobredosis de Tila y pastas de anís en su última
visita.
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