viernes, 22 de mayo de 2015

KYRIE ELEISON

–La Inquisición no tardará en llegar, doña Elisa. Son las cinco menos cuarto y siempre es muy puntual.
–¡Vive Dios, hermana Gertrudis!, ¡Cómo me gusta cuando aparecen los corchetes, en la Plaza de la Picota, de dos en dos y de cuatro en cuatro, montados en los soberbios alazanes!
En un santiamén, los sambenitados se arrodillan ante la comitiva.
–Pasan de largo, Juan.
–Van a casa de Las Totovías, Antonio -se santigua-. Ya no hay quien nos ampare.
–Que no, Juan -besa su estampa-. Es la venganza del Señor Comendador, que padeció una sobredosis de Tila y pastas de anís en su última visita.

LA MATRIARCA

-... Y las azules, las del abuelo.
-Pero mamá, por qué si en casa somos todos republicanos.
-Todos, todos, no: el tío Enrique es comunista: tus hermanos Eusebio monárquico, Ezequiel ateo y Eugenio anarquista; tu padre Ernesto solo es un bebedor; a tu hermana Ester le falta un año para ser periodista, y su novio Enzo, aviador. Tú, en cambio, con tu rollo hippie y el vestido de saco, no pareces un árbitro de la elegancia..., pero adónde vas..., no te subas en el carro de fuego, ¡Elías, vuelve!

EL PATRIARCA









Ya no podíamos contar con él, se subió en el Arca, con una pareja de animales de cada especie y nos dejó a solas con nuestros miedos. Aprendimos una lección inolvidable: cuando la nube exterminadora borre, de un plumazo, nuestras vidas de la faz de esta tierra de miserias, no sabemos si será una ola de agua y barro, o una lengua purificadora de azufre hirviendo. Al final, cuando llegue el Arco Iris, como un signo de Paz, brindaremos, desde el sepulcro de la distancia y del olvido, con una copa de vino, a la salud de los viejos y buenos dioses.

lunes, 4 de mayo de 2015

ADMÁ, ZOAR Y ZEBOÍM


-Al incómodo cadáver del mediador familiar se lo llevó en su nube un viento pasajero -dijo el hombre azul apretándose el turbante.
-Era un pájaro negro, grande como una montaña -replicó el almuecín, saboreando el aroma de su té de yerbabuena.
-No fue un ave ni un viento fugaz -respondió encendiendo su pipa de kif el rabadán-, se alejó volando en una alfombra recién llegada de la fábrica persa del tío Alí, similar a la que en una noche, el genio Eblis, arrebató de la ciudad maldita a todos sus moradores, sus rebaños de cabras y sus camellos, y solo nos dejó las moscas.