-Este se va a enterar de lo que vale un peine.
-El ayuntamiento, lo valoró en trisquecientos miliendros, o más.
-¡Concha!, yo no estoy en la Comisión de festejos, ni saco nada de todo esto, pero ¿y para meter el hierro dentro de la roca, eh?, un triñón.
-Y las grúas, los chicos de la Prensa, la visita del Rey, los aperitivos y hala a criticar: que no es una farola del puerto para alumbrar al navegante lejano.
Leandro, el conserje del Casino, se quitó la boina, se rascó su enorme cabezota calva:
-Eduardo tenía razón cuando pedía una sonrisa al dios del viento.
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