Como sombras
disipadas por un nuevo amanecer, yacen exánimes, uno encima del otro,
desmadejados, sin alma, al terminar la función. A veces, dan ganas de hacerse
pequeño y gritar cuando pregunta la voz de bambalinas que si hemos visto a la princesa:
–Siiií.
<<¿Ha
pasado la malvada bruja?>>:
–Que siiií.
Y ya no sabes
por qué pero luego gritas:
–Nooo.
Felices, los
niños se llevan los sopapos sonoros a sus casas, desgañitados con el “toma, toma
y toma”, de la estaca de cartón.
Los hilos
ilusos de la infancia se han roto en mil pedazos y duelen como estacas clavadas
en el corazón.
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