Procuraba no perder sujetándole las nalgas con las pinzas bien afiladas. Sin aviso previo, el cangrejo azul con su cara de samurai, chocó sus antenas, chasqueó sus mandíbulas y fue a por el dedo gordo. El grito se oyó en la isla Hondo, en dos Bermudas y en tres Aleutianas. La ligera brisa racheada derribó la caseta, creció como una trompa elefantina, y se llevó un castillo y el viejo Ford. La bandera de la playa enrojeció de pura envidia.
Pobre dedo, pero me alegro por el cangrejo. Suscrita a tu otro blog. Saluditos.
ResponderEliminarCreo que el dedo se le puso como a E.T., los cangrejos saben usar las pinzas.
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