Para implorarle que vuelva a casa, no tenía mas que hacerle llegar las señales de humo acostumbradas, desde lo alto de la colina del halcón desplumado.
Lo malo de toda esta parafernalia, es que también volvieron mis antiguos amores:
Escarcha de Azúcar, una vieja desdentada, todavía resultona; Alubia Roja, empeñada en dar la vuelta al mundo subida en una burra; tres o cuatro animales de compañía, gallos y coyotes, entre los que se coló un agente de inmigración.
Sin embargo, la que yo esperaba, Osa Amorosa, nunca volvería a la Reserva, ni dejaría sus clases de aerobic.
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